Metamorfosis



Hoy le ha sucedido a Ott.

Habíamos hecho un pequeño alto en el trabajo. Ott se enjugaba el sudor de la frente con un pañuelo bastante mugriento, cuando he advertido algo extraño: había trozos de carne y de piel adheridos al pañuelo. A Ott ha debido de alarmarle la expresión de mi mirada y seguro que se ha acordado del pobre Mic, porque enseguida ha preguntado con brusquedad: «¿Qué pasa?». «El pañuelo… Tu rostro…», he acertado a balbucir.
Ott ha mirado el pañuelo en silencio. Después, presa del pánico, ha buscado su reflejo en el espejo retrovisor del coche que desmontábamos. «¡No!», ha exclamado horrorizado. «¡A mí, no!». Sus ojos lloraban vacío.
Eso ha sido todo. Ott ha hurgado en la caja de herramientas, ha cogido una llave inglesa de las grandes y se ha ido. Con Len y con Mic ya son tres los que se han ido.

 No he vuelto a ver a Ott.

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