Era una cómoda grande de madera rubia, haya
o fresno, y cuatro o cinco cajones, eso no lo recuerdo bien. Da igual. El más importante era el último cajón,
al que llegábamos nosotros. El cajón de los cuentos. El cajón de los sueños.
“Porque sueño, yo no lo estoy”, aunque debería decir mejor “Porque sueño, soy”.
“Porque leo, soy”.
La infancia fue eso, el cajón de los
cuentos, los sueños y la lectura. Antes de aprender siquiera a leer ya me sabía
de memoria muchos de esos cuentos. Engañaba a las visitas porque hacía como que
leía. Y lo hacía muy bien, con voz alta y clara, sin titubear, y sabía perfectamente en qué momento debía pasar de página, incluso si
debía dejar una palabra a medias y pronunciar solo un par de sílabas para
completarla en la página siguiente.
Después ya no necesité que nadie me leyera
nada. Leía por la mañana, sentada en el orinal, antes de ir al cole. Y leer era
lo primero que hacía al volver a casa, mientras merendaba, antes de empezar con
los deberes; y lo último, antes de dormir. Leer, siempre leer. Así, Hans
Christian Andersen y Oscar Wilde, pero también “Mariuca la castañera”, “Mary Bu
y Mary Bo”, “La princesa suspiritos”, “Peladilla y su pandilla”, “El perfume encantador”
y un sinfín de amigos más, poblaron mis sueños de niña, nutrieron mi fantasía,
alumbraron mi imaginación. Porque leo, soy.
Era la primera entrada de mi blog, de este blog que empecé a
escribir en octubre de 2010. Hoy, a través de ella, quiero rendir homenaje a mi
amigo Roberto Malo, escritor,
cuentacuentos y animador sociocultural. ¡Cuánto me hubiera gustado entonces,
Roberto, encontrar en el cajón de los sueños todos tus cuentos!
Me habrían cautivado Tanga y el gran leopardo, La madre del héroe,
El príncipe que cruzó allende los mares, Abaskhia, El pastel de la buena
suerte, Leo Circus y, por supuesto, El rey que no podía dejar de
estornudar.
Me habría cautivado, como me sigue cautivando ahora, ser una
diminuta espectadora de tus cuentacuentos, sentada en el suelo con las piernas
cruzadas en plan indio y en primera fila; ahora, que me hacen reír y llorar, y
tienes por fan a una “niña” de 54 tacos. Hubieras sido mi héroe, como lo eres
ahora de mis sobrinos pequeños. ¿Por qué? Por la frescura y la espontaneidad de
tus historias, por ese lenguaje tan cercano, tan coloquial, tan maño, tan de
andar por casa, tan bien expresado, sin descuido alguno. Empatía y
sensibilidad. Moralejas sin cursilerías ni ñoñerías. De todas tus historias se
aprende algo importante. Con este pobre rey de hoy, que he leído de un tirón y
me ha hecho sentir de excelente humor, cualquier niño puede entender que muchos
son más que uno. Que entre todos, con ganas de ayudar, se puede conseguir casi
cualquier cosa. Hasta curar a un pobre rey que pierde su corona cada vez que
empieza (y no para) de estornudar.
No quiero ni pensar la que se armará en la puesta en escena de
este cuentacuentos. Te imagino estornudando sin parar, cada vez más fuerte, ¡¡¡Aaaaatchíiis!!!,
¡¡¡Aaaaatchuáaaa!!!, o rascándote con frenesí, o caminando y caminando sin
parar, tocado con un aaaaaaalto sombrero de copa, o dándole a la gaita, pero a una
gaita aragonesa, ¿eh?
No sé qué papel representarás. Tal vez, todos. O tal vez te los
repartas con tus colegas del Grupo
Galeón. Porque lo que hay que dejar bien claro es que siempre estás
bien arropado: por Francisco Javier Mateos,
que coescribe los cuentos contigo y también los representa, y por María José Menal, Elena Martínez y Ángel Vergara (perdón si me dejo a
alguien, porque todos hacéis un trabajo fabuloso).
Libro delicioso el de este rey tan estornudón, y deliciosamente
ilustrado por Blanca Bk, de la que
no nos podemos olvidar. Sin ella este cuento no habría sido lo mismo.
Pues eso, absolutamente
recomendable y regalo imprescindible para esta navidad que cada día nos
hacen llegar antes, como a pasos agigantados.
¡¡¡Aaaaatchíiis!!!, ¡¡¡Aaaaatchuáaaa!!! Perdón, es que se me ha
escapado. Esto… lo que yo quería decir para terminar era: ¡¡¡Enhorabuena por ser
tan buenos!!!
5 comentarios:
Mil gracias, Teresa. Yo también soy muy fan de tus libros. ¡Eres grande!
Ya sabes: esta semana toca Roberto Malo. Te lo mereces por todo tu esfuerzo, que pareces ubicuo, vamos un "rayo rojo"...
Muchísimas gracias, Teresa!! :D Es una reseña realmente bonita. :) Me alegra saber que te ha gustado tanto el libro.
Es un cuento muy solidario y muy divertido. ¡Pobre rey!
Es una monada de libro, Blanca, y tus ilustraciones son realmente deliciosas. Como digo en el comentario, disfruté mucho leyéndolo. A ver si puedo ir al cuentacuentos de este sábado.
Además de a mis sobrinos, también le he regalado el cuento a una amiga que es profesora de infantil en un colegio. ¡Espero que eso os llene de fans, que os lo merecéis!
Un beso y suerte.
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