Nunc



Me siento en el sillón de las siestas, de la lectura, de la contemplación. El sillón descubre-mundos-de-afuera-pero-sobre-todo-de-adentro. La ventana está abierta y una brisa de primavera mece dulcemente las hojas del níspero que crece en el patio, las hojas verdes nimbadas por el halo irreal de los rayos del sol. El sillón de las siestas domina la diagonal de la habitación, los estantes repletos de libros y recuerdos de viajes, las máscaras africanas, las colecciones de piedras especiales, de hojas secas, de conchas y caracolas de mar [todo lo que me gusta y voy recogiendo por aquí y por allá], los cuadros, los cojines, mis cosas, compañeras de camino en mi caminar. Nunc. Nunc es “hola otra vez”. Beatitud. Reconciliación en forma de armonía con todo lo que he sido, soy y seré. Nunc. Ahora. El cristal oscuro del televisor refleja la higuera frondosa que un soplo de viento sutil zarandea con mimo, casi con amor. Quizá en vez de níspero, higuera, celosía y puerta de almacén pintada de azul turquesa, habría preferido el turquesa rizado de espuma de las olas del mar, pero es lo que hay y está bien. Casi roza la perfección esta luz vespertina que envuelve el sillón de las siestas. Nunc. El párpado cae, la boca se abre, escapa un suspiro y el sillón de las siestas se convierte en esa nave que ahora [nunc] me transporta sin remedio hacia el país de los sueños.   

 Ilustración de Duy Huynh

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