¿Por qué escribir?


La palabra escrita es una forma de comunicación de la que se espera que deje constancia en el tiempo. “Las palabras dichas se las lleva el viento”. La palabra escrita permanece. Nace para ser testimonio perdurable, para ser indeleble… No sé los demás. Yo escribo por eso. Porque tengo cosas que contar. Impresiones, reflexiones, hallazgos, pensamientos. Y ya lo he dicho antes: los humanos somos seres finitos con vocación de infinitud.
No hace mucho, releyendo un libro, encontré una cita escrita a lápiz: “¿Qué cosa quedará de mí del tránsito terrenal, de todas las impresiones que tengo en esta vida?”. Era la letra de una canción de Franco Battiato. Y yo no la había copiado porque sí.
Aunque quizá la explicación a mi afición por escribir sea mucho más banal. Tengo cosas que contar, como todo el mundo. En eso no hay nada de excepcional. Pero la palabra dicha no es lo mío. Soy vergonzosa. Patológicamente vergonzosa. Y ansiosa. Escuchar mi propia voz por encima del silencio me incomoda; aún diría más: me aterra. Por eso escribo. Porque no sé decir de otra manera las cosas importantes que quiero contar.

El texto escrito es mi tribuna de orador, mi espacio personal de análisis y reflexión y también el lugar para soñar, imaginar y fabular. Mi terapia. En él puedo ser hombre o mujer, según prefiera, viajera o aventurera, amar y odiar, enfrentarme a la locura, a la enfermedad y a la muerte, rozar mis deseos con los dedos y conseguirlos, traspasar el umbral de la realidad y fundirme en otro ser, convertirme en pirata, guerrera, filósofa o visionaria, o en vulgar travesti, o en rústico de aldea (la cosa no tiene por qué ser siempre tan sublime), o en un diletante gentleman sexagenario, como mi Maximilien Schwartz de la novela Tic-Tac (mi cuarta novela,  pendiente de publicar), con quien descubrí una asombrosa e inesperada afinidad…
Escribir, para mí, es todo eso. Y también dar. Entregarme. A mis personajes. A sus voces, a sus miserias, a sus pasiones. Y a ti, hipotético y querido lector invisible en el que siempre pienso, atenta a entretenerte y a transmitirte. ¿Qué cosa? Yo. En una especie de esquizofrenia alquímica y compartida.   

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