Prodigio y pensamiento prendidos al papel


Me estaba esperando, uno entre muchos, en un anaquel de Fnac. No lo buscaba pero él me encontró, como me ocurre tantas veces, y en cuanto lo vi se produjo el portento. Supe que lo iba a comprar y a leer de un tirón, animada, al menos al principio, por el morbo supremo de la curiosidad. ¿Por qué? ¡Bueno! Era el libro que había obtenido el galardón literario que mi Prometeo no consiguió. ¿Qué mejor argumento para despertar mi interés? Réquiem por los que están por venir, de Jorge Deprá. En la mano, la portada no me pareció tan sugestiva como otras de Tropo Editores que diseña, exquisitamente, el artista ilustrador Óscar Sanmartín. Un hombre de Vitrubio encerrado en una diana, configurando la imposible cuadratura del círculo. Allí mismo, codo con codo junto a un chico de barba castaña que hojeaba con avidez la última novela de David Jasso, lo abrí y leí el primer párrafo:
I.              Historia dentro de un espejo
En el centro del pueblo, una plaza. En el centro de la plaza, un hombre. Mientras se mira los zapatos inmóvil, pisa el más pequeño de los círculos concéntricos en el suelo adoquinado de la enorme plaza. En la mano, un espejo circular de mesa cogido por el soporte alargado que lleva a su base también circular. Es un espejo con eje horizontal que gira sobre sí mismo para dar paso a otro espejo de aumento, otro espejo que deforma el medio mundo hacia el que mira cuando lo mira, y que puede deformar cualquier mitad del mundo sin proponérselo. Todo esto, a una hora en la que no hay nadie más fuera de su casa y en un tiempo en el que en las casas ya no queda casi nadie.
  En el centro del espejo, un ojo. En el centro del ojo, al fondo, una idea. La idea nunca antes descubierta en el fondo de una cabeza, aunque ha estado allí siempre. La idea de matar a alguien.
¿A quién? A su propio padre. Seguí leyendo de pie, mientras hacía fila para pagar mi compra. Seguí leyendo por la calle a hurtadillas, mientras esperaba que un semáforo y otro pasaran del rojo al verde. Y continué leyendo —ya completamente entregada a la magia del libro—, al llegar a casa. La historia de Erzo, el niño que cuando crezca será filósofo, a quien le fue otorgado el don terrible de la lucidez. Una historia fuera del tiempo y del espacio (o mejor dicho, dentro de todos los tiempos y de todos los espacios), reflejada en una interminable galería de espejos trucados y rotos en miles de trozos. Un prodigio alegórico donde la palabra se convierte en marea y viento que intenta apresar el secreto que guardan los muertos. La historia de Erzo, el hijo del  ilusionista, cuyo sentido el hombre sin gesto (él mismo, en el futuro) intenta recomponer, fragmento a fragmento —treinta y tres desolados fragmentos en forma de relatos con nombre propio—, para encontrarse a sí mismo. En el centro del espejo, un ojo.
Puede que Réquiem por los que están por venir no sea el libro más hermoso, pero es el más extraordinario  que he leído en mucho tiempo. Mi enhorabuena a su autor.


Jorge Deprá, Réquiem por los que están por venir (obra ganadora de la XXV edición del Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal), Tropo Editores, Zaragoza, 2010.
Ilustración de la portada de Óscar Sanmartín.   

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