Acodada a la balaustrada de la terraza miro al mar. Es de noche y la playa ha desaparecido devorada por las sombras. No hay luna que alumbre la arena, solo miles, miríadas de estrellas que quizá ya no existan, que tan solo representen un pasado de luz y esplendor, incandescentes burbujas de luz, que hace eones de tiempo se consumió. Como yo. Fui hermosa, famosa, rica, poderosa, y es posible que mi irradiación personal siga iluminando rincones remotos, rincones que ignoro… Quizá solo yo sepa que el albor de mi luz se ha extinguido ya… Es de noche y se escucha el rumor de las olas del mar. Bebo un sorbo del gintonic que me ha preparado Manuel después de recomendarme que no beba tanto. Que no beba tanto… ¿Qué más da que beba o no beba? Estoy sola frente al mar. Manuel se ha quedado en la habitación, también a oscuras, hechizado ante la pantalla de su ordenador. Estoy sola frente al mar. Vuelvo a beber otro sorbo de gintonic. Enciendo un cigarrillo y la estela de humo se deshace en la nada. Frente al mar. ¿Quién soy yo?, les pregunto a las olas. ¿Quién soy yo?, me pregunto a mí misma. Y me digo: una mujer. Fui hermosa, famosa, rica, poderosa… Pero, cuando yo muera, ¿quién hablará de mí? ¿Manuel? Manuel me conoce bien. Quizá me conoce mejor que nadie en el mundo, pero olvida demasiados detalles… ¿Mi hijo? Daniel sabe lo esencial, pero ¿acaso somos solo lo esencial? Está mi hermana, mi madre, mi amiga. Ellas también me conocen muy bien. Pero no por entero… Quizá, si entre todos juntasen las piezas del rompecabezas… ¿Quién soy yo?, me pregunto a mí misma. Y no tengo respuesta. ¿Quién soy yo?, les pregunto a las olas. Mas ellas no contestan. Se limitan a romper, una y otra vez, contra la blandura de esa arena que no veo. A volver y retornar, convertidas en espuma. Acodada a la balaustrada de la terraza miro al mar. Voy descalza y el cristal roto de mi copa vacía ha teñido de rojo los dedos de mis pies. Mirar al mar y querer ser mar, como Alfonsina navegando entre las aguas a lomos de un delfín, llenos de piedras los bosillos, de soledad y quietud el corazón.
(Fotografía de Jenn Hudson)
(Fotografía de Jenn Hudson)
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