Hoy ya es abril y a finales de este mes Roberto Bolaño habría cumplido 59 años.
¿Cómo habría sido ese Roberto de 59 años? Quizá no tan famoso como es hoy, porque la muerte, dama trágica, convierte en mito a aquellos a quienes acaricia con mano prematura. Pero habría seguido escribiendo, eso seguro, verborreico, incontenible, volcán de lava y labia que quema, y arrasa, y vuelve magma líquido la palabra.
Lo imagino, quizá, un poco más gruñón; también más niño, iniciado ya ese sendero que nos conduce de nuevo a los lindes de la infancia, soltado el lastre absurdo de la vida de adulto.
“Con la bufanda al viento…
Estos versos vienen al vuelo”.
Eso me ha escrito Carmen, Carmen Pérez de Vega, último amor, amiga y confidente, de Roberto Bolaño. Y, con cortesía exquisita, me ha dado permiso para transcribir en mi blog estos versos del gran poeta peruano César Vallejo (1892-1938) y esta imagen de Roberto que Carmen me ha enviado, atrapados de Internet, y que a ella le parecen, con bufanda al viento y todo, tan, a su manera, Bolaño.
Como siempre, gracias, Carmen.
Como siempre, gracias, Carmen.
ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA
Me viene, hay días, una gana ubérrima, política
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.
Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo, y también quiero muchísimo lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.
Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador -cosa terrible
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.
César Vallejo
(Ilustración: “Roberto Bolaño en bicicleta”, de Virginia Herrera)
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