Fotomatón



Tengo entre mis manos, recién editado, oliendo todavía a nuevo y a tinta fresca, el segundo libro de relatos de Luis Borrás, que lleva por título Fotomatón. Sí, de Luis Borrás. El mismo que, como “comentarista de lecturas”, ha venido vapuleando o elogiando nuestras obras desde el púlpito literario de sus reseñas en prensa y sus dos blogs, analizándolas y desmenuzándolas con rigor profesional (para gusto o disgusto de algunos), manteniéndose siempre fiel a un propósito: expresar su propia opinión huyendo de la loa oportunista y el halago facilón, aun a riesgo de congregar una pequeña legión de hostiles y alguna que otra dosis de incomprensión.
Pero los que le admiran lo hacen precisamente por eso, por su coherencia y su determinación.
Creo que Luis lo sabe y que por eso presentó su libro el día 21 de diciembre (el día del fin del mundo) en la Fnac de Zaragoza “solo ante el peligro”, esto es, sin el concurso de un presentador-cómplice que loase y halagase (quizás con verbo fácil y oportunista) los veinte relatos de Fotomatón.
Veinte relatos son muchos, tal vez demasiados para mantener en todos el mismo nivel de calidad. Como Luis también lo sabe, ha arropado estos cuentos con veinte fotografías de veinte artistas aragoneses que introducen, en perfecta sinergia con su contenido, cada narración. Una forma inteligente de conseguir un resultado redondo, una obra de arte casi total. Y digo “casi” porque la edición ha quedado algo escasa en tamaño de formato y gramaje del papel, lo cual no es un demérito si tenemos en cuenta que se realizado sin ningún tipo de subvención, que corren tiempos de aguda crisis y que el precio del libro (de un libro ilustrado con veinte fotografías) resulta, por eso mismo, bastante asequible.
Los relatos son bellos e intimistas, pero también despiadados, amargos y negativos. Sin apenas excepción, giran en torno al tema del vacío afectivo, del abandono y del incumplimiento de las responsabilidades que conlleva el amor. Muchos son relatos de muerte y de ausencia, de rencor y de dolor nutridos desde la esencia misma de la cotidianeidad: un gesto, una palabra, un silencio, un objeto, un rito mínimo preñado de significados…
Como el propio Luis señaló durante la presentación, todos los cuentos están narrados en primera persona, lo que refuerza su atmósfera opresiva a la vez que acentúa su oscura belleza expresionista. Abunda la frase certera, la pincelada rápida de detalle insistente y repetitivo, casi lacerante; el uso del sinónimo y la metáfora… Quizás por ello yo prefiera los relatos más breves: “Rotación inversa”, “Con efecto retardado”, “El caparazón de los animales”, “El lenguaje de las flores”, “Lejos de las azoteas” o “Anónimo”, por ser más livianos de forma y más sutiles. En la prosa densa, casi poética --disparada como metralla a cámara lenta-- de Luis Borrás a menudo "menos es más".
Y ahora, con el permiso del autor, me gustaría transcribir aquí el primero de los cuentos, “Rotación inversa”, que me ha parecido triste, tierno, hermoso… Quizás porque yo he soplado tantas veces tantas pestañas pidiendo deseos... 

 La fotografía que acompaña al relato es obra de Emilio Molins

«Tienes una pestaña en el pómulo.
Fabrico una amarga sonrisa al verla. ¿Te acuerdas de aquel juego? Aquella intimidad al acercarme y pedirte que cerraras los ojos y te quedaras quieto. Esa orden que ahora resulta un ruego macabro. Acercarme y oír tu respiración, el leve temblor de tus párpados y tu piel al sentir mi contacto. Atraparla con cuidado entre la pinza de los dedos para no pellizcarte. Buscarla pegada en la yema del índice y decirte que abrieras los ojos. Mostrártela como el ingrediente secreto de un antídoto mágico. La llave maestra de un sortilegio. Y entonces decirte, con una sonrisa de cuento infantil, que pidieras un deseo y luego soplaras muy fuerte, con todas tus fuerzas. Si la pestaña se despegaba el deseo se cumpliría.
¿Te acuerdas?
Luego yo te preguntaba qué habías pedido, y tú, siguiéndome el juego, me decías que no podías; que los deseos, para que se cumplan, no pueden decirse. Y yo fingía que me enfadaba y tú me abrazabas y me decías que habías pedido que te tocara la lotería, y yo te decías que eras idiota porque al haberlo dicho ya no se cumpliría, y tú me decías que conmigo ya te había tocado el premio con bote; y yo sonreía y te llamaba mentiroso, y tú me besabas y yo…
Te acuerdas, ¿verdad?
Era un juego de niños y nosotros lo repetíamos siempre aunque ya hubiéramos cumplido los cuarenta. Un juego inocente para pedirle deseos imposibles al futuro, para conjurar el destino adverso; hacer trampas olvidándonos de las líneas de la mano, sus islas, cortes y fracturas. Un juego cuando todavía existían los pozos, las fuentes y las monedas; las velas y las tartas de cumpleaños. Y nosotros jugábamos siempre por si acaso fuera posible; porque no teníamos nada que perder y sí un deseo que conseguir.
Te acuerdas, ¿verdad?
Claro que te acuerdas.
Tienes una pestaña en el pómulo. Me acerco hasta dejar el calor de mi aliento quemando tus párpados. La atrapo entre la pinza de mis dedos sin notar los gestos mecánicos de tu respiración ni el temblor de tu piel a mi contacto. La contemplo pegada en la yema del índice y miro tus labios lívidos, tu inmovilidad absoluta. Llave maestra de un sortilegio, antídoto mágico. Pido en voz baja un deseo sencillo; un ruego; un imposible, una mentira: la rotación inversa de la tierra; la vida retrocediendo veinticuatro horas atrás.
Y cerrando los ojos soplo con todas mis fuerzas.».

Fotomatón
Luis Borrás
Editorial S.E. Telee
140 páginas. PVP 12 €.

Los blogs de Luis Borrás:
                                    

2 comentarios:

Luis Borrás dijo...

Gracias, Teresa.
Por hacerme creer que ese propósito merece la pena.
Un abrazo.

Teresa Sopeña dijo...

De nada, Luis. Para mí, leer tus relatos era un acto necesario, porque, aunque nuestros modos de expresarlo sean distintos, te aseguro que los dos perseguimos objetivos muy parecidos.
Un abrazo fuerte y suerte.