La mano de Cecilia Gallerani





Si una mano
que elegir tuviese
para ser asesinado por ella
la mano de Cecilia Gallerani
elegiría, la derecha. Y en una
noche breve, oscura y solitaria
desnudaría yo mi cuello de sombras
e imposibles y perfumado sólo con el
gálbano entregaríaselo blanquísimo a
la mano de Cecilia Gallerani
para que, seguro estoy de ello,
hiciera, haciendo correr la sangre,
justicia de perro con su mano
desatada. Increíble
la mano de Cecilia Gallerani,
ultrajada en el lienzo de tal modo por Leonardo.

Alfredo Saldaña
Fragmentos para una arquitectura de las ruinas (1989)

Ignoramos la fecha exacta de la salida de Leonardo hacia Milán. El Anónimo Gaddiano nos dice que marchó cuando tenía treinta años (1482), y esta afirmación parece ser cierta, porque el primer encargo documentado que Leonardo recibió en Milán data de 1483. En el mismo Anónimo se cuenta que Lorenzo el Magnífico le envió como músico a la corte de Ludovico el Moro porque Leonardo tocaba maravillosamente la lira. No podemos escuchar ya la música que Leonardo arrancaba a su lira, pero algo nos dice que sería inferior a sus dibujos y pinturas, por más que sus contemporáneos opinasen lo contrario. Y Leonardo, esencialmente científico y matemático, despreciaba el fervor casi místico del platonismo mediceo tanto como las prédicas arrebatadas de Savonarola. En Milán, por el contrario, predominaba el espíritu aristotélico, con todo lo que este aún conllevaba de conocimiento enciclopédico.
La vida fastuosa y elegante de la corte de los Sforza debió atraer intensamente a Leonardo —de quien sabemos que fue un hombre delicado, cuidadoso en el vestir, reservado y misterioso en sus maneras—, mucho más que el espíritu duro y sarcástico de sus paisanos toscanos. En cualquier caso, esa larga estancia milanesa hoy nos permite extasiarnos con la belleza del retrato de Cecilia Gallerani, hasta el punto de decir, como el poeta, Si una mano/que elegir tuviese/para ser asesinado por ella/la mano de Cecilia Gallerani/elegiría, la derecha…/.
Si exceptuamos la Virgen de las rocas, una vez instalado en Milán parece que Leonardo consagró todo su tiempo a realizar trabajos para la corte, donde prácticamente ocupó el puesto de pintor de cámara. Pintó los retratos de las dos amantes de Ludovico: Cecilia Gallerani y Lucrezia Crivelli.
 En la actualidad, muy pocos críticos ponen en duda que el retrato de una dama con un armiño, que se conserva en el museo Czartoryski de Cracovia, representa a Cecilia Gallerani y es obra original de Leonardo. Bellincioni, poeta de la corte de Ludovico, celebró este retrato en un soneto, describiendo a la modelo como alguien que parece escuchar y no hablar. Y la propia Cecilia alude al retrato en una carta escrita en 1498 a Isabel de Este.
Cecilia se convirtió en amante de Ludovico con apenas diecisiete años y Leonardo pintaría su retrato algo más tarde. Su expresión atenta y concentrada coincide con la descripción de Bellincioni y el animal que sostiene en sus brazos es un símbolo de su propia identidad, por dos razones: la primera, porque el armiño se empleaba con frecuencia como emblema de Ludovico; la segunda, porque el nombre griego de este animal, γαλέηο, era una referencia sonora de su propio nombre. Finalmente, el cuadro de Cracovia debe fecharse entre 1481 y 1490. El colorido de las partes que se conservan en buen estado es aún el propio del Quattrocento florentino, aunque el fondo es totalmente nuevo y la parte izquierda de la modelo está repintada. Pero el armiño, el rostro de la dama-niña, sus manos —¡esa mano, la derecha!— y sus dedos, con la excepción de las puntas de los dos dedos inferiores, están intactos: bastarían estas partes para garantizar la autoría de Leonardo. El rostro ha perdido algo de su delicadeza original, porque el repintado del fondo ha acentuado el contorno y endurecido el diseño del hombro. El dibujo de la nariz y los ojos conserva todavía la hermosa simplificación de los primeros bocetos de Leonardo a punta de plata. Pero esa mano —¡la derecha!— nos muestra un conocimiento de la estructura anatómica y una capacidad para el detalle que no poseía ninguno de los discípulos de Leonardo (1).
Con respecto a su historia, la de este cuadro —como la de tantas obras de arte— no puede ser más azarosa. La pintura fue una adquirida por Adam Jerzy Czartoryski, hijo de Izabela Czartoryska y de Adam Kazimierz Czartoryski en Italia, en 1798, y se integró en la colección de la familia Czartoryski en 1800. Después de estar escondido en los subterráneos de un castillo, el cuadro fue encontrado en 1939, requisado por los soldados nazis que habían invadido Polonia y enviado al museo del Kaiser Friedrich en Berlín. En 1940 Hans Frank, el gobernador general de Polonia, demandó que se restituyera a la villa de Cracovia, y allí estuvo colgado en sus oficinas. Al final de la Segunda Guerra Mundial, las tropas aliadas descubrieron la pintura en la mansión de Frank en Baviera. Cuando fue recuperado tenía en un ángulo la huella de un talón. Fue devuelto a Polonia y actualmente se expone en el museo Czartoryski de Cracovia (2).
En cuanto a mí, solo otra mano pintada he hallado tan bella. Se trata de la mano —la derecha— de Retrato de un gentilhombre en su estudio, de Lorenzo Lotto, realizado en 1527; gentilhombre desconocido cuya identidad el escritor Manuel Mujica Lainez atribuye al desdichado Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo, artífice del más maravilloso y extravagante parque de monstruos de estilo manierista, localizado en las inmediaciones de Viterbo, y cuyas asombrosas esculturas todavía pasman al viajero que se acerca a visitarlo. Pues bien, parafraseando al poeta, Si una mano/que elegir tuviese/para ser asesinada por ella/la mano de Pier Francesco Orsini/elegiría, la derecha…/.










El poeta: Alfredo Saldaña (Toledo, 1962), reside actualmente en Zaragoza, donde ejerce como Profesor Titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Zaragoza. Ha publicado los libros de poesía Fragmentos para una arquitectura de las ruinas (1989), Palabras que hablan de la muerte del pensamiento (2003), Pasar de largo (2003), El que mira las palabras (2004), Humus (2008), Sin contar. Poesía 1983-2010 (2010), así como diversos ensayos, monografías, artículos, capítulos de libros, notas y reseñas que suman cerca de un centenar.
(1)  Detalles técnicos sobre el Retrato de Cecilia Gallerani: Kenneth Clark.
(2)  Wikipedia: La dama del armiño. 
                


     

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