Después de
mucha corrección, algún gazapo encontrado y un retoquito al final, Clamor
ya está disponible en la tienda Kindle de Amazon, y en muy pocos días podrá
adquirirse en papel a través de Bubok.com.
Y TicTac, El caso Prometeo, CronoMetro, El árbol que crece al revés, Cuentos
Misántropos y
La brevedad de la rosa (y otros cuentos menos rosas). En fin, todo lo que
he escrito en nueve años a excepción de lo publicado en Mira: Como héroes, La caja de gato y Libertalia,
una utopía pirata en el Índico.
Han pasado nueve
años, como digo, desde que empecé a escribir a punto de cumplir los cuarenta y seis. Tarde,
pero mucho y de golpe. Al principio muy deprisa, porque tenía muchísimas cosas
que decir y que contar y porque soy impaciente y siempre tengo que hacerlo todo
con pasión e intensidad. Luego sobreviene el bajón −y sobrevino, por supuesto−,
y después de una crisis «escritoril» −intensa, claro que sí− tomé algunas
decisiones, como la de convertirme en autora independiente o autora-editora. Pues hecho
está.
Han pasado nueve
años y creo que ya he dicho y escrito (de momento) todo lo que quería decir y
escribir, y que −incluso− he escrito un par de novelas en las que ya no tenía
nada o poco que decir.
Como dije, terminé
Clamor y ahora estoy en ese trance
(que supongo que atraviesa todo escritor, porque si no lo hace deja de ser
escritor para convertirse, simplemente, en un más o menos hábil redactor) en el
que la técnica empieza a comerse al contenido; lo devora como Saturno a sus hijos,
lo deglute y lo deja vacío. Tengo experiencia, tengo técnica, tengo soltura…
Escribir es ya muy fácil para mí y puedo hacerlo casi sobre cualquier cosa. El
problema es que no quiero escribir cualquier cosa o sobre cualquier cosa. Es
una nueva crisis «escritoril» pero no como la anterior. Esta es menos intensa, menos
ansiosa, más serena, menos dolorosa. Quizás es que ya soy mayor y he madurado por
fin.
Me pregunto si
me siento satisfecha y orgullosa. Me da, también, un poco de vértigo pensar que
en nueve años he escrito ocho novelas −¡ocho!− y recopilado cuentos en dos
libros de relatos (allí, en la barra derecha de este blog, aparecen verticalmente
alineadas todas las carátulas. Son mis hijos, esos son sus rostros y no quiero devorarlos).
¿Cómo pude hacerlo, con la currada que supone escribir una, dos, tres páginas
hasta componer un libro? No lo sé, la verdad. ¿Satisfecha? ¿Orgullosa? Al menos
de tres de esas novelas sí que me siento orgullosa. Hubieran podido ser
mejores, como todo, pero quedaron bastante redondas cada una a su manera. En
todas, en las ocho y en los dos libros de relatos, me reconozco y me desconozco
−¡tremenda paradoja!−, y por eso sé que ha llegado el momento de parar, al menos
por un tiempo, hasta que de nuevo me asalte la urgencia de decir y de contar.
(Fotografía de Ane Lagerqvist)
No hay comentarios:
Publicar un comentario