Parafraseando a Hermann Hesse, autor de esa deliciosa obrita, desde la Biblioteca Pluscaimperfecta nos llegan algunas recomendaciones lectoras para el devorador contumaz que desea una literatura breve pero de calidad y cargada de contenido, porque no siempre apetece adentrarse en libros gordos y pasar cientos de páginas de un volumen al que, a veces, le sobran la mitad de ellas, y porque casi siempre es cierto aquello del «menos es más» que decía Van der Rohe.
Ahí
van (y ninguna supera las 200 páginas):
Los
ojos del hermano eterno, de Stefan Zweig, en Acantilado. 70 páginas sabias y hermosas escritas
como una leyenda oriental situada mucho antes de los tiempos de Buda. Narran la historia de Virata, hombre justo y
virtuoso, el juez más célebre del reino, que después de vivir voluntariamente
en sus propias carnes la condena a las tinieblas destinada a los asesinos más
sanguinarios, descubre el valor absoluto de la vida y reconoce en los ojos del
hermano eterno la imposibilidad intrínseca de todo acto judicativo. Virata
llega a ser, después de su renuncia, un hombre anónimo a quien le espera, una
vez muerto, un olvido todavía más perenne, el de la historia que sigue su curso
prescindiendo del hombre más justo de todos tiempos.
El
último encuentro, de Sándor Márai, en Salamandra. 188 páginas.
La búsqueda de la
verdad como fuerza liberadora, como soporte ético imprescindible para
sobrellevar el transcurso de una vida, está en el centro de esta novela
magistral que permaneció en el olvido durante más de cincuenta años. La
exactitud de su prosa, apenas atemperada con un barniz de refinada melancolía,
sitúa a Sándor Márai entre los grandes escritores europeos del siglo XX. Un
pequeño castillo de caza en Hungría, al pie de los Cárpatos, donde alguna vez
se celebraron elegantes veladas y cuyos salones decorados al estilo francés se
llenaban con música de Chopin, ha cambiado radicalmente de aspecto. El
esplendor de antaño ya no existe y todo anuncia el final de una época. Dos
hombres mayores, que de jóvenes habían sido amigos inseparables, se citan para
cenar tras cuarenta años sin verse. Uno ha pasado mucho tiempo en Extremo
Oriente; el otro, en cambio, ha permanecido en su propiedad. Pero ambos han
vivido a la espera de este momento, pues entre ellos se interpone un secreto de
fuerza singular. Todo converge en un duelo sin armas, aunque tal vez mucho más
cruel, cuyo punto en común es el recuerdo imborrable de una mujer. La tensión
aumenta, línea tras línea, hasta que se hace casi insoportable, pero la prosa
continúa, implacable, precisa, fiel reflejo del empeño de los protagonistas por
hurgar hasta en lo más recóndito de sus almas, allí donde se encuentran esas
verdades cuyo descubrimiento provoca, al mismo tiempo, un insoslayable dolor y
un incontenible impulso vital.
Las
hermanas Bunner, de Edith Wharton, en Contraseña Editorial. 154 páginas.
Ann Eliza y Evelina
Bunner, las protagonistas de esta novela corta, regentan una modesta mercería
en un barrio humilde de Nueva York. Un día, con motivo de su cumpleaños, Ann
Eliza le regala a su hermana un reloj. Este humilde objeto será el causante de
que los cimientos sobre los que se asientan sus vidas empiecen a tambalearse.
Una historia conmovedora
sobre la abnegación y el sacrificio, en la que quedan patentes tanto la
habilidad de la autora a la hora de desarrollar una trama como su maestría para
describir los ambientes y para plasmar las motivaciones, las dudas y los
anhelos de los personajes.
Y ahora, como siempre, ¡feliz lectura!
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