Siempre nos quedará París


Ha sido un paréntesis de solo cuatro días, pero vuelvo renovada, con las pilas recargadas y llena de ideas y proyectos que ya he comenzado a plasmar. Y si no salen adelante... siempre nos quedará París. Cuatro días intensos y agotadores de patear los rincones obligados de esta ciudad de charme, sin olvidar una visita al Centro Pompidou, al museo Orsay y a la pirámide de cristal simplemente porque todavía no existían en mi primera estancia en la ciudad, hace ya la friolera de treinta y cinco años. Pero la impresión que deja París es indeleble. Y yo, además, soy dueña de un París personal, cinematográfico, mítico y literario. Mi París. El peregrinar me ha llevado desde la calle Vaugirard a la del Odeón, al café de Flore y a Les deux Magots, a la Sorbona y al Panteón, al barrio del Marais, a la plaza de la Bastilla, a Montmartre y a Châtelet. Ha quedado pendiente para otra ocasión el cementerio de Montparnasse, el museo Rodin y la Defénse. En primavera pienso volver. Hay que aprovechar el vuelo barato Zaragoza-Beauvais.

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