Acabo de terminar de leer El tiempo entre costuras, de María Dueñas, que creo que ha vendido en apenas año y medio la friolera de más 300.000 ejemplares. Novela alabada unánimemente por la crítica y por el público. ¿…? Creo que los señores de Antena 3 van a hacer sobre ella una serie de televisión. Pues vale, qué bien. Tendrá un éxito tremendo. Tanto como lo está teniendo Amar en tiempos revueltos, que es lo que a mí me ha recordado en todo momento la lectura de este libro. Entretenido. Aceptablemente bien narrado y bien escrito. Por lo demás, ni fu ni fa. Un refrito de tópicos acerca de la Guerra Civil y la posguerra conformando un cóctel aséptico y bien servido. Pero de eso a calificarla de “obra maestra de la literatura española, escrita con prosa espléndida” va un trecho. Suscribir esas palabras es faltar al respeto a nuestras grandes damas de la literatura española contemporánea. Y hay unas cuantas. Ahora mismo pienso en Carmen Laforet y en Nada, en Rosa Chacel y en sus Memorias de Leticia Valle o en Barrio de maravillas, en Carmen Martín Gaite y Entre visillos o Nubosidad variable (qué novelaza esta última que, sin embargo, mi madre consideró infumable) o incluso en Carmen Kurtz y Duermen bajo las aguas, Ana María Matute (me encantó su Olvidado rey Gudú) o Dolores Medio con Nosotros los Rivero, seguidas —algo más pálidamente— por Esther Tusquets o Rosa Montero.
Lo que a mí me ha llamado más la atención en El tiempo entre costuras ha sido ese “todo tan correcto, coloquial y natural” pero sin chicha, sin pálpito, sin emoción ni vibración… Esa frialdad de la protagonista a la que —no sé los demás— yo no he podido llegar a conocer porque está como escondida tras los vericuetos de una trama que casi siempre le queda ajena o le viene demasiado grande. Quizá yo sea como mujer más vibrátil… Quizá. Yo soy de las que creen que la escritura es un acto sublime de entrega y de pasión. A mí, esta novela me ha comunicado poco y, sin negarle cualidades, me ha resultado sosa. Ni siquiera su Marruecos colonial, que yo he vivido exótico, opulento, desconcertante, amalgama fascinante de gentes y culturas, ha conseguido conmover una sola fibra de mi sensibilidad.
Y que conste que no la critico. Cualquier autor, o autora, que se siente a escribir lo que sea, desde un poema, un relato corto o una novela de seiscientas y pico páginas, merece toda mi solidaridad y todos mis respetos, porque yo sé lo que cuesta hacerlo. Así que chapeau por María Dueñas. El objeto de mis críticas no son los autores (pobres, realmente pobres, piénsenlo un momento) sino las editoriales, y sobre todo las grandes, que son las que se están cargando la LITERATURA, sí, la literatura, escrita en letras mayúsculas.
En nuestros tiempos de hoy ya no cabe hablar de fenómenos literarios, sino de fenómenos “editoriales”. A ver. Yo no sé nada de María Dueñas, pero sí de lo que cuesta que le publiquen a una su primera novela. ¿Cómo es posible, entonces, que una autora novel y desconocida edite su opera prima en un sello perteneciente al grandioso Grupo Planeta y tenga de agente literario a Antonia Kerrigan, quien es, junto a Carmen Balcells, una de las más mediáticas y poderosas? ¿Así, de buenas a primeras? Pues a mí no me cuela.
La primera noticia que tuve de María Dueñas y de su Tiempo entre costuras (“Las costuras del tiempo” o "Entre costuras", como decían algunos, pues hasta el título suena a tópico) fue por boca de Esperanza Aguirre, flamante presidenta de la Comunidad de Madrid, en una entrevista televisiva concedida a Iñaki Gabilondo. Por aquello del imperativo de la cercanía y el coloquialismo Iñaki le preguntó a la Espe cuál era el último libro que había leído y ella, toda frescura, lozanía, chotis y campechanía, contestó inmediatamente con voz muy clara y segura que “El tiempo entre costuras, una magnífica primera novela de María Dueñas”.
¿Serían amiguetas la Espe y María Dueñas? ¿O sería amigueta la autora de los asesores de imagen de la presidenta? ¿O le debería algún favor doña Esperanza a alguien del todopoderoso Grupo Planeta? En fin, mejor no divagar, que se me pone dolor de cabeza.
De todas formas, mi enhorabuena a María Dueñas con los mejores deseos de que sepa digerir su éxito. A lo peor yo no sabría.
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