Admitámoslo: todo esto son generalizaciones, pero ¿y ellos? Ellos quizá no escriban tan bien pero escriben más, mucho más, tienen mejores ideas y sus argumentos suelen estar muy currados y ser más imaginativos. Con algunas excepciones, claro.
De los libros escritos por ellos que he leído últimamente en plan profesional (por aquello de, como escritora, estar un poco al tanto de lo se cuece en el panorama de actualidad) hay uno que quiero destacar. Es El mapa del tiempo, de Félix J. Palma, novela galardonada con el XL Premio Ateneo de Sevilla. Desconocía completamente tal obra y tal autor (lo que no tiene nada de extraño: él tampoco me conocía a mí) hasta que, con motivo de la pasada Feria del Libro de Zaragoza, asistí a un coloquio sobre literatura fantástica moderado por Fernando Marías donde los participantes (Félix J. Palma, Patricia Esteban y José Carlos Somoza), en lugar de soltar un rollo a los asistentes, nos deleitaron con una pícara puesta en escena a propósito de los viajes en el tiempo, tema este que a mí me fascina.
A los pocos días del evento decidí poner fin a mi desconocimiento y leer el libro. Y ¡oh, sorpresa, maravilla, encantamiento! me hechizó desde el primer renglón. No voy a contar aquí el argumento, que —obviamente— trata de los viajes en el tiempo, pero sí a recomendarlo vivamente a quienes, como yo, sean adictos a las lecturas de ambiente decimonónico, cientifista y victoriano; a quienes, como yo, sean admiradores de H.G. Wells, de Joseph Merrick (el hombre elefante), de Bram Stocker, de Henry James o de Jack el Destripador, personajes todos ellos que se deslizan por las más de 600 páginas de esta magnífica novela; a quienes, como a mí, les guste la literatura gótica, Edgar Allan Poe, Arthur Machen, H.P. Lovecraft, el ilusionismo y la prestidigitación mental. No puedo expresar más elogios… En todo caso y por poner alguna pega, ponérsela a su excesiva longitud (innecesaria) que embarulla un tanto el final de un libro tan imaginativo como admirablemente escrito y estructurado. ¡Bravo! ¡Pasen y lean, damas y caballeros!
Y volviendo al tema de las buenas ideas literarias que tienen ellos, voy a barrer para casa y a elogiar dos obras de aquí, de esta tierra aragonesa que es fértil en arte e imaginación. No tienen nada que ver una con otra, pero me han gustado las dos, y mucho. Se trata de Los Guionistas, de mi amigo Roberto Malo y de La silla, de David Jasso, que aún no había leído.
Los Guionistas no es una novela al uso, sino un guion cinematográfico de sorprendente frescura y muy divertido. Se lee en un santiamén y deja un regusto agradable que podría resumirse bien en un “pero mira que es perrete y genial este Roberto”. ¡Mua!
La silla… Bueno, La silla, que es una novela de terror, me tuvo atrapada un día entero en la ídem. Le conté el argumento a mi hermana y ella me dijo que le recordaba a esa película, dirigida por el español Rodrigo Cortés y titulada Buried, cuya acción transcurre en el interior de un ataúd; película que yo aún no he visto (otro error a enmendar) y que es posterior a la novela de David (eso que quede claro). Como no es mi intención estropearle la trama a ningún posible lector, me callo, pero antes quiero resaltar su espeluznante combinación entre lo doméstico, lo cotidiano, lo conocido y cercano… y el horror, el miedo, la angustia, la incertidumbre…
2 comentarios:
Gracias, Teresa, me encanta lo de "perrete". Y me hace mucha ilusión que te hayan gustado "Los guionistas" y "La silla", porque yo creo que estos dos libros tienen algo en común: serán llevados al cine, seguro.
No se pueden definir mejor en tan pocas palabras "Los guionistas" de Roberto. Se lee, como dices, en un santiamén, lo que me permite releerlo varias veces. Me pondré al día con las demás lecturas que comentas...
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