Cuando éramos pequeñas, en casa de mi madre siempre había tortas por leerlas. Esas tres revistas de cotilleo social, donde se retrataba a todo color lo más florido de nuestra jet nacional e internacional, eran nuestra lectura predilecta de retrete (ya lo dije por ahí: desde los tiempos del orinal, yo siempre he sido lectora de váter y a veces, no teniendo nada mejor más a mano, me han venido muy bien los folletos con las ofertas de Alcampo y Carrefour o el prospecto de algún medicamento). Siendo cuatro niñas de distintas edades en casa, esas revistas andaban muy solicitadas. ¿Por qué nos gustará tanto a las mujeres el mundo del glamur y el cotilleo? Casi todas las novelas escritas por ellas me siguen recordando a esos Lecturas, Hola y Semana que mi complaciente padre nos traía todos los jueves. Entonces eran los años de esplendor marbellí y salían siempre Gunilla von Bismarck y su esposo, Luis Ortiz, o Alfonso de Hohenlohe e Ira de Furstenberg, o el Aga Khan y Jackie Onassis, pero también Carmina Ordóñez o Isabel Preysler y otros famosos menos esplendorosos.
En fin. Todo esto venía a propósito de la literatura femenina. Últimamente he leído tres novelas escritas por ellas y tengo que reconocer que me han encantado las tres. Las cito a continuación por orden de lectura: La casa de los amores imposibles (Plaza y Janés, 2010), de Cristina López Barrio; Mantis (Alfaguara, 2010), de Mercedes Castro y La huida del cangrejo (Mira, 2010), de Angélica Morales. Y las tres tienen en común un argumento más bien endeble pero un estilo literario brillante, verborreico, fresco, audaz y sorprendente.
La casa… recrea la saga femenina de las Laguna y, hasta por el título, recuerda sospechosamente a la primera novela de Isabel Allende —ya lo dice la contraportada: realismo mágico que aquí se torna castellano—, pero no importa: leerla es un auténtico placer para quienes aman ese ritmo secreto que poseen las palabras, su gran poder de sugestión. Mantis coquetea con el tema de la mujer devoradora o vampiresa. La huida… con la incertidumbre existencial de un cáncer de mama. Da igual lo que cuenten, porque subyugan al lector por cómo lo cuentan.
Las tres abordan básicamente, aunque con distinta intensidad, el espinoso tema de las relaciones conflictivas entre madres e hijas en un contexto vagamente edípico. Mercedes y Cristina, además, sazonan sus historias con aroma de guisos y fogones y portentosas recetas culinarias que me traen a la memoria otra gran novela femenina, Como agua para chocolate, de Laura Esquivel.
De las tres, aunque me han gustado todas, me quedo con Mantis, quizá porque es la más original —aunque sea la más Lecturas, Hola y Semana— y también porque conocí a Mercedes Castro, la autora, y me pareció una persona simpatiquísima.
No cuento nada más, simplemente las recomiendo y les doy la enhorabuena a sus autoras, las tres jóvenes, atractivas y excelentes escritoras. Será muy interesante leer lo próximo que escriban.
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