En el laberinto



La casa de Asterión no es en realidad un laberinto, sino una ingeniosa caja negra con un juego de espejos que crea la ilusión óptica de espacio infinito, como  los dibujos hiperbólicos diseñados por Escher.  El ser que la habita no es el Minotauro, es una insignificante lombriz que multiplica su tamaño en cada reflejo, alguien sin género habitado por un ente sin cuerpo, una chica envuelta en mantas grises apresada en un zulo, un adolescente que contempla atónito las imágenes del mundo.

El Aleph quizá sea tan solo un huevo de gallina; más probablemente, un átomo; con seguridad, un agujero de gusano; también, la palabra OM o el útero de Eva, la Primera Mujer.

Con respecto a la palabra del dios, la fórmula de la Creación que aparece escrita en la piel del jaguar (esto es, de un gato), no es tal, pues el dibujo de esas manchas puede corresponder a cualquier cosa que uno desee leer, y aún podría afirmarse que Nada fue Nunca escrito y solo el Azar escribe con infinitos Signos los infinitos Libros que alberga la monstruosa biblioteca de Babel.


(Fotografía de Kris Kuksi)

       

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