El arpa muda



Todos los días, al atardecer, ella acude a la playa y se acurruca junto a su arpa, mísera arpa, humilde arpa que nunca sonó, fabricada con material de desecho. Cierra los ojos y ejecuta siempre el mismo ritual: acaricia las cuerdas despacio, con mimo, en una sucesión hipnótica de gestos hábiles y delicados. Y entonces escucha una música secreta. El murmullo eléctrico del viento. El susurro de las olas del mar —ir y venir—. La vibración espectral del silencio. Totalidad. Armonía hecha de ausencia. Quietud. Melodía muda. Desolación. Belleza. Simple y pura abstracción.

(Fotografía de Jenn Hudson

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