Quisiera que me dieses algo tuyo, alma mía… Una prenda de tu amor, algo muy íntimo, muy cercano, para que cada vez que lo mire sea como volverte a mirar, y a sentir, y a acariciar. Algo tan bello y tan frágil como esta flor roja que late, trémula, en tu pecho…
Ella vaciló. Pero después, con gesto decidido, se arrancó el corazón y se lo dio. Y a los pocos instantes expiró.
…Cuatrocientos años después, en una peluquería de barrio
INÉS (enjugándose una lagrimilla, poniendo ojitos y suspirando):
—¡Ay, chica! ¡Qué romántico! Eso sí que era amor y pasión. ¡Qué sublime! ¡Ay! Creo que yo también me habría arrancado el corazón…
PAQUI (resoplando con gesto impaciente):
—Pues yo, no, hija, ni de coña… Yo más bien le habría enseñado mi dedo corazón. Subiendo y bajando, eso sí.
INÉS (para sí, muy ofendida su sensibilidad):
«¡Dios mío! ¡Qué ordinariez!».
(Fotografía de Alexia Sinclair)
No hay comentarios:
Publicar un comentario