Mujer de arena





La piel iluminada por el sol.
El alma oscurecida tras horas de aeropuerto y avión.
—A Cervantes veintitrés, por favor.
Encuentro mi piso sofocante. Como si hubiera encogido. Por la ventana del dormitorio se cuelan las notas discordantes del tráfico de la ciudad.
Cierro los ojos. Ayer yo era una mujer de arena. Al menos, guardo en una caracola el rumor del mar.


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