Comenzaba a despuntar. El azul intenso de la noche se incendió con llamas naranjas, el violeta pareció calcinarse a la luz y el verde oscuro del follaje se tintó de bermellón y carmín. Mi carne se volvió piedra sobre la piedra fría, herida de vida y esplendor. Mi memoria se convirtió en pez y no sentí ningún dolor. Solo la extrema fatiga de navegar por el tiempo. Una lágrima quemó mis labios antes de disolverse y morir. Entonces, la impía eternidad.
(En la imagen, La memoria de Rene Magritte)
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