Siete dardos clavados en la piel



Coincido con Luis Borrás (Aragón Literario): Concesiones al demonio no es una novela, al menos no una novela al uso, sino, más bien, una magnífica colección de historias, una galería de personajes y vidas que su autor, Óscar Sipán, bosqueja con trazos breves pero certeros ofreciendo un boceto de lo humano que él denomina “ecosfera”.
¿Pero qué es, en realidad, una novela? ¿Es una novela, pongamos por caso, la indiscutida Los detectives salvajes de Roberto Bolaño? ¿Lo es Obabakoak de Bernardo Atxaga? ¿Lo es de A para X de John Berger? ¿O Amarillo, del recientemente fallecido Félix Romeo? Las definiciones de las cosas no siempre son nítidas y, quizá, saber exactamente a qué género pertenece un texto sea una cuestión irrelevante cuando ese texto es “L mayúscula”, es decir, literatura en letras grandes.
Aquí hay siete personajes que habitan un universo ficticio que bien pudiera ser real: las seis viviendas (como si de una 13, Rue del Percebe se tratara) del edificio Zabulón. Siete personajes que son como siete dardos que se clavan en la piel del lector, inyectándole un veneno entre místico y patético, las pequeñas grandezas y miserias de lo cotidiano que Óscar Sipán observa atónito, divertido, conmovido, con espíritu analítico de voyeur, para trasladar a un papel que es mucho más que papel. Porque en sus manos cobra vida. Luz en la puerta. “Mamá decía que en una casa la sombra de un hombre era muy importante”. Así nace la sombra de Leandro Aspergés. ¿Hombre-sombra, hombre-realidad? Pastor y navegante. “Mientras el coche da vueltas de campana, entre el ruido de los cristales al reventar y el crujir de la chapa y las vides, no puede dejar de pensar en talones de mujer y trenes perdidos, sesiones de pesca a cuchara, un eclipse de luna el día de su cumpleaños, un verano de tábanos y besos con sabor a tabaco rubio (…) ―Ha vuelto a nacer ―sentencia un guardia civil que bizquea del ojo izquierdo antes de hacerle la prueba de alcoholemia―. Sople aquí, por favor”. ¿Qué más da nacer o morir o seguir viviendo la vida vacua de un viajante que vende joyas a incautas peluqueras? Flor de las columnas enfermas. “Al ordenar la caja registradora encontró un billete de diez euros con un nombre de mujer (“Tacha”, ¿vendría de Natacha?) y un número de teléfono de una población cercana. Tuvo un pálpito, una corazonada, una imposición del cuerpo frente al cerebro”. El dragón perdido. “Llevo rumiando una idea toda la mañana. Más que una idea es un regalo que quiero hacer: pondré mi coche a su nombre. Al cruzar la esquina descubro a Zaida de la mano de un hombre joven (zorra del Magreb, inmigrante ilegal, mora rudimentaria y casquivana). El nudo en la garganta desemboca en unas irresistibles ganas de llorar; siento como si me hubieran hundido una bayoneta en las tripas. (…). La maldigo. Y me cierro herméticamente. Quiero que sufra, que se retuerza de pena, que la devuelvan al estercolero de donde nunca debió salir: cuando llegue a casa enviaré un anónimo a Inspección de Trabajo”. ¿Quién no ha sentido alguna vez esos dardos en la piel? De la bendición de las olas. Mi dardo particular. Ese que se me ha clavado, bien clavado, no en la piel, sino en el corazón. Nigel Farmer y Livio Carneiro. Dos escritores aislados uno de otro por la liviandad de un tabique levantado con hormigón de silencio, de orgullo, de envidia, de vanidad herida, de miedo a fracasar. Eso lo sabemos muy bien mi amigo El escritor que se leía a sí mismo y yo. La bestia insaciable. “Cada sábado le entrego un cubo lleno de mentiras y verdades. (…). Adoro escandalizar a Bárbara”. Adoro conmover a mi lector, adoro escandalizar a mi lector; clavarle, si puedo, siete dardos en la piel. Gens perversa. Gente inocente que se entrega cada día a sus perversiones como quien colecciona sellos. Gente perversa que se entrega cada día a la bendita inocencia de los sueños y, al despertar, experimenta un indefinible sentimiento de tristeza, amargura y decepción. La amargura de la lucidez.

Óscar Sipán, Concesiones al demonio, Ediciones Nalvay, Colección L mayúscula, 2011.
Ilustración de la portada de Óscar Sanmartín.     

2 comentarios:

Luis Borrás dijo...

"De la bendición de las olas" es también mi favorito.
Gracias por la cita.
Un abrazo.

Teresa Sopeña dijo...

Gracias a ti, Luis, por ese espléndido regalo que es tu blog, "Aragón Literario", que yo (y seguro que otros muchos) visito casi a diario.
Otro abrazo.