Lecturas para este curso que empieza



Libertalia repite el curso 2012-13 como lectura optativa para los alumnos de Teoría de la Literatura de 1º de Filología de la Universidad de Zaragoza. Un honor que este año comparto con La huida del cangrejo (Mira Editores, 2010, “Sueños de tinta” nº 4) de Angélica Morales.
Sobre Libertalia se puede consultar el blog que ya preparé a tal efecto para el curso pasado. Sobre La huida del cangrejo os remito al blog de su autora y a mi reflexión personal de “leona”:

(La portada del "Cangrejo" ha sido diseñada por el artista aragonés José Manuel Ubé y es, en mi opinión, una de las más bonitas de la colección Sueños de tinta).

Hay veces que andar hacia atrás, como el cangrejo, no es huir, sino avanzar.

Al menos, esa es la estrategia que usa, para escabullirse, nuestro buen amigo crustáceo. Porque, ¿qué es “atrás” o qué es “delante”? Solo son puntos de vista, o de referencia (como queramos llamarlo), y por tanto, relativos. Una simple cuestión de perspectiva.

Hace un par de años, cuando leí La huida del cangrejo por primera vez, me sentí aprisionada  por la espesa tela de araña que tejía Angélica Morales con la letra, el sentir y las palabras. Atraída y repelida ―como el cangrejo en su huida, audaz y temerosa a un tiempo― por esa historia intimista y tragicómica de “parrifilias” y “matrifobias” (y me acabo de inventar ahora mismo estas dos palabrejas) irónica, aguda, sofocante y, fundamentalmente, amarga… aunque, tal vez (todo a la vez), también llena de esperanza. Es más narración de “neuras” que argumento, o más relato que novela, pensé entonces. Edipos, electras, vanidades ramplonas, silicona, desamor y soledades. Y me rendí a la sugestión de las metáforas, a la verborrea espléndida, al encadenar frase tras frase con vocación ganadora… Quizá un tanto tópica, pero siempre intestinal y artera.

Ahora que la he vuelto a leer (y que ya sé que Angélica es, definitivamente, poeta) le he sacado más sustancia a lo que se cuenta en ella y me he sentido ―¡zis, zas! ¡flis, flas!― bombardeada, identificada y herida en flancos que yo creía ocultos, en la carne blanca y frágil que protege mi coraza de cangrejo. Y he visto que en los dos años transcurridos el libro no ha perdido un ápice de frescura, ni de genio, ni de figura. Que yendo hacia atrás, ha ido “palante” y que se trata, sin duda, de una novela estupenda. Y que me alegro, me alegro mucho, de que este curso sea mi compañera de andanzas.
 

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