Lo cierto es que la foto
sobrecoge por lo chusca. Mi anfitrión la observa primero con regocijo y luego
con expresión ofuscada. Leo en su pensamiento y así me entero de que esas damas
tan negras pertenecen a la flor y nata de la política española. Vuelvo a mirar
la foto y me dispongo a anotar en mi Catálogo de especímenes la tormenta
de ideas, asociaciones y sentimientos que se me viene encima y me arrolla:
Negra que te quiero negra.
La española cuando besa, es
que besa de verdad.
Mantis religiosa que
extermina al macho después de la cópula.
Yerma de felicidad, yerma de
esperanza, yerma de futuro aunque haya parido hijos, ¿para qué...?
España cañí, país de
pasodoble y pandereta.
«Quiso
Dios
con su poder
jugar con fuego y rayos de sol
y hacer con ellos una mujer.
La esculpió
de junco y miel,
y de caricias hizo su piel
de isla y volcán su corazón.
Cuerpo de dunas cerca del mar,
alma de madre primeriza en placer.
La voz de la guitarra al cantar
suspira sin querer.
¡Ay, Señor! ¡Dime quién es!
Mujer que vuelve loco al amor,
mujer de la cabeza a los pies.
¡Ay, Señor! ¡¿Quién serás tú?!
Dorada y reina en el interior,
¡roja y olé! por el norte y el sur.
¡Tierra del trigo!
¡Sierra de peñas!
Sueño contigo,
y aunque no sé con qué sueñas,
sé que quieres navegar.
Esa mirada
aventurera
guarda entre lluvias
de primavera
penas de estatua
que con lágrimas de cera
aprendió a llorar.
Y yo puedo ver
en cuanto te miro
pasar toda tu historia de mujer
tan solo en un suspiro.
¡Ay, Señor! ¡Dime quién es!
Mujer que vuelve loco al amor,
mujer de la cabeza a los pies.
¡Ay, Señor! ¡¿Quién serás tú?!
Dorada y reina en el interior,
¡roja y olé! por el norte y el sur».
Me pone cantidad el garrón “mujer
fatal” que exhibe sin pudor ―o con pudor ortodoxo― la dama en primer plano. No
lo puedo remediar. Medias negras, peineta negra, muslo prieto, tobillo esbelto,
zapato de tacón alto, rosario de plata, mueca de muerta. (Luego resulta que es la
ministra de trabajo. ¿¿¿??? Y a mí que me había parecido una Concceta Licata, trágica y
siciliana ella...).
La dama en segundo plano
sonríe como muñeca de cera, hierática y falsa, con mucho menos fervor y bastante menos desgarro erótico. (Es la presidenta de una comunidad autónoma, será por eso).
Banco de madera, olor a
incienso, antesala de iglesia. Suelo ajedrezado, como el que se ve en los
sueños.
La del tercer puesto se
esconde y no le veo la cara. (¡Es la vicepresidenta… del gobierno!).
Suspiros. Suspiros de
España.
La cuarta, ¡ay, la cuarta!
No sé qué decir de ella… ¡Se la ve tan satisfecha! Pero la quinta, la única que
no lleva peineta, es siniestra y me da miedo.
La casa de Bernarda Alba. No
será Rajoy Pepe el Romano… ¡Qué horror! Gallinitas, gallinitas ciegas, gallinitas negras. Es lo
que piensa mi dueño. Será por algo. Él sabrá…
Mujeres negras. Qué poco
brillo han de darle a la política en España. Eso es lo que pienso yo.
¿Y la peineta, y la mantilla
de blonda? Parece que es un ritual religioso.
¡Ah! ¿Pero no era este país
un país al margen, sin confesión oficial?
“España gobernada por un
coro de viudas negras, sumisas al poder eclesiástico, preparándose para
repartir caridad cristiana sobre una población arruinada por el poder terrenal
financiero. Ni Berlanga podría haber imaginado una instantánea como esta”, leo
que reza el pie de la foto. Y los dos, mi anfitrión y yo, asentimos en silencio.
http://www.colectivoburbuja.org/index.php/david-serquera/viudas-negras/
http://www.colectivoburbuja.org/index.php/david-serquera/viudas-negras/
No hay comentarios:
Publicar un comentario