Ya que me he metido en este asunto de publicar mis novelas de forma independiente en versión Kindle
de Amazon (por razones que muy pronto explicaré), me parece interesante
comentar algunos de los e-books que he ido leyendo.
Los dos volúmenes de Griot han ido a parar a mi lector
electrónico de forma un tanto inusual, atendiendo a la petición personal del
autor (a quien no conozco) a través de un correo. Y yo voy a ser muy honesta al
emitir mi opinión, puesto que lo considero un imperativo moral: hacia mí, hacia
el autor, hacia el lector potencial y, sobre todo, hacia la literatura.
Empezaré por lo que me ha gustado.
La historia va de zombis. No es un tema que goce especialmente
de mis preferencias, pero tampoco tengo nada en contra si está bien narrado. Y
estas novelas lo están. Condenadamente bien narradas. Con pericia y habilidad. Me
ahorraré la sinopsis argumental, que el lector interesado puede consultar aquí y aquí, y me centraré en mis impresiones: he leído los dos libros de
un tirón (son cortos, apenas 60 y pico páginas cada uno) y con nocturnidad, y me
he quedado con ganas de más. La saga continúa en un tercer volumen que seguro
que leeré. Prosa adictiva, personajes bien trazados —gente corriente, como tú y
como yo, con su vidas anodinas, sus sueños, sus ilusiones y frustraciones; uno
de los grandes aciertos— y situaciones extraordinarias que lo son todavía más
por contraste con la cotidianidad en que se gestan. Hay también humor, humor crítico,
que llega a ser sarcástico, y humor del tierno, de ese que toca la fibra
porque te recuerda lo ridículos (y bobos, e ingenuos) que podemos llegar a ser
los humanos. Y la tensión argumental está muy bien manejada.
Leyéndolas, alguien podría pensar que es un tema muy
manido, un refrito entre la serie Walking
dead, la película 28 días después, las
teorías conspiranoicas acerca del club
Bilderberg y otras hierbas similares. Miguel Griot, el autor, es consciente de
ello y se adelanta, poniendo esta reflexión en boca de un personaje. Otro punto
a su favor, recurso hábil que acentúa una voluntad de empatía con su lector. Porque además, aunque
contienen algo de eso, tampoco son solo eso. Lo dije antes: ternura y humor.
Y ahora lo que no me ha gustado.
Afortunadamente, lo que no me ha gustado tiene fácil remedio, porque
se trata de una cuestión de forma. Miguel es un narrador extraordinario, pero
las dos entregas publicadas parecen un borrador, piden a gritos la intervención
de un buen corrector de estilo. Hay faltas de ortografía, faltas de puntuación, de
acentuación, guiones cortos en vez de largos al inicio de los diálogos,
extranjerismos transcritos sin cursiva…
En definitiva, sobra ingenio pero falta pulido y relectura. Y
eso me fastidia enormemente porque es lo que le quita prestigio a la
publicación independiente, lo que la hace criticable a ojos del público experto
y lo que la diferencia en sentido negativo del producto editorial convencional.
O nos ponemos a ello en serio o habremos perdido cualquier
pretensión de hacer literatura. En este aspecto soy muy rotunda: es el “acabado”
lo que define al arte. Con el talento solo no basta, hay que ser profesional.
(Quiero decirte, Miguel, que después de que mi primera novela
publicada pasase por las manos de Fernando Andú, corrector de estilo de Mira
Editores, me sentí hecha polvo y con la moral por los suelos. Con la segunda ya
había aprendido bastante estudiando sus correcciones y con la tercera… en
realidad me di cuenta de que incluso a él se le escapaban errores. Así
que ahora mi truco es releer, releer y releer. Aun así, siempre encuentro algo,
nunca me siento del todo satisfecha, siempre hay alguna palabra, algún punto, alguna coma… Y
que sepas, ante todo, que espero con anhelo tu tercera entrega. Un abrazo fuerte y mi enhorabuena).
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