"El sueño del depredador", de Óscar Bribián




El sueño

Solo llevo dos semanas en esta ciudad y solo cinco días en el cole nuevo. Todavía no tengo amigos. Mi madre me dice que tenga paciencia, que enseguida me haré a la ciudad y al cole, y que pronto me sobrarán amigos. Que los niños se adaptan a todo mejor que los adultos. En fin, no sé. ¡Pobre! Se nota que quiere darme ánimos pero, la verdad, no los necesito. Siempre he sido una niña un poco chicazo, dice ella. Jugar con las Barbies, entonar canciones de grupos pop  y espiar a los chicos no es lo mío. Pero ellos tampoco me dejan darle al balón, ni echar carreras. Así que en el rato del recreo me voy yo sola a dar una vuelta por el patio del colegio con mi bocadillo. Y he descubierto un enorme hormiguero. Al principio, ni cuenta me di. Pero luego empecé a fijarme en el trajín. Un ejército de hormigas, de aquí para allá, cargadas con pequeñas ramas, trocitos de hojas, algodones de polen… y migas, las migas de mi bocadillo. Así que empecé a tirarles miguitas, un montón de miguitas. En menos de tres minutos, dejase las que dejase, ya no quedaba ni una. Si la miga era muy gorda, la cogían entre varias, se ayudaban, colaboraban y, además, se comunicaban. No sé cómo lo hacen, pero de alguna manera, en cuanto yo empezaba a tirarles migas, se avisaban unas a otras y se las apañaban para recogerlas todas. En un pispas, como dice mamá. Yo no sabía que esos insectos funcionaban así, todas a una y con tanta eficacia. Me parecen fascinantes. Por eso, día tras día, he acudido al hormiguero a dejarles su ración de migas. Incluso un poquito de chorizo, de queso o de mortadela. Y hoy estaba tan entretenida, viéndolas recolectar y pensando que, gracias a mí, el invierno quizá les resulte menos duro, con la despensa bien llena… cuando ha llegado ese niño. Un niño horrible. Es mayor. Ha matado a mis hormigas a pisotones y luego se ha sacado la polla de la bragueta y se ha meado en la entrada del hormiguero. Ha ahogado a todas mis hormigas. Les ha destrozado la casa con su asqueroso pis. Y en el agujero que les servía de paso, el horrible niño ha clavado un dedo índice, sangrante, como recién cortado, lleno de pus amarillo. ¡Mis pobres hormigas! Yo me he echado a llorar y le he pegado un empujón. Pero él me ha mirado con odio y solo me ha dicho niñata de mierda, eres tan mierda como esas hormigas.

El sueño del depredador

Hum. Una novela de género policial que produce pesadillas terroríficas. Después de leer varios capítulos seguidos de El sueño del depredador, de Óscar Bribián, he tenido que hacer un esfuerzo para cerrar mi Kindle y recordarme a mí misma que a las 06:35 sonaría el despertador. Pero me sentía demasiado sobrecogida y mis sueños han sido inquietos, poblados de pesadillas sobre hormigas y crueldad.
Cuando leí en la sinopsis algo de una subinspectora protagonista, aquello me sonó a cierta conocida mía, una tal Martina de Santo. Cuando leí algo sobre un dedo humano en la garganta de un cerdo agonizante, me dije ¡Snatch. Cerdos y diamantes! Y desconfié. Pero otra voz interior me recordó que el autor de este Sueño no es otro que Óscar Bribián, que su prosa elegante y equilibrada no me ha decepcionado nunca y que, como escritor, es lo suficientemente hábil para saber conjugar, con maestría, precisión y fantasía.

Cosas que me han encantado del libro: Todo lo referente a Ismael, ese horrible niño psicópata. El retrato y la caracterización de este personaje tan terrorífico son magníficos. Y resulta tan terrorífico porque de los niños se presume inocencia y candor (¡qué imagen tan inexacta nos hacemos de los chavales nosotros, los adultos!) y aquí, como En otra vuelta de tuerca, del maestro Henry James, entra en juego el tema de la maldad infantil. Ellos son capaces de ver, y de sentir, lo que nosotros no vemos, perdida ya para siempre, en aras del raciocinio, esa ductilidad, esa capacidad de entrega, fascinación y asombro; aunque sea repleta de morbo.
Me ha encantado también el tema de los poemas malditos (Leonard Cohen, Charles Baudelaire, Blas de Otero) como hilo conductor del argumento, y las constantes referencias en la trama a Cthulhu y a Howard Phillips Lovecraft, otro de los grandes maestros del horror más primordial. Y, por supuesto (aunque eso lo repito siempre) lo adictivo de la prosa del autor, que sabe ser lírica pero también despiadada, según toca. Otro acierto es la figura del inspector Santiago Herrera y de la subinspectora Laura Beltrán (que no De Santo), con sus vidas desmigadas, quebradas tras un divorcio traumático; por la adicción al trabajo y a la cocaína de Herrera y por cierto remordimiento de no dar la talla como madre, en el caso de Beltrán. Polis de carne y hueso. Eso seguro que lo han repetido todos los que han escrito reseñas sobre El sueño del depredador (y aclaro que no he querido leer ninguna hasta terminar la novela y tener bien definida mi propia impresión de «leona»), pues no en vano Óscar es poli, eso lo sabemos todos, y, aunque ahora no haga la calle, fue en su día un agente patrullero.

En cambio a mí me ha sobrado precisamente eso. No el poli de carne y hueso, sino los tediosos aspectos del intríngulis policial, de forenses, agentes de la Científica, etcétera, que el autor conoce de primera mano y de los que, equivocadamente a mi juicio, ha querido hacer derroche. ¿Cómo no sustraerse a hablar de lo que uno mama día tras día? Pero su perfeccionismo en esas lides casi queda relamido y eso entraña el peligro de rayar la pedantería. (Y sé de lo que hablo porque a mí también me pasa. Es el precio que pagamos los que pecamos de detallistas).
Tampoco quedan totalmente claros los motivos del asesino para cometer sus crímenes. Es un personaje que no me termina de encajar, que me resulta artificioso y algo turbio. Si Ismael está magnífico… Huy, no sigo, no se me vaya a acusar de spoiler… Así que paso directamente a la

Conclusión: El sueño del depredador es una novela policial adictiva, absorbente y totalmente recomendable.

Y bueno, aprovecho esta ocasión para confesar un secreto. Yo también estoy escribiendo una novela de crímenes. Se va a titular Clamor y ya llevo unos 130 folios escritos. No creo que llegue a editarse en papel; su destino más probable será convertirse en ebook. Da igual. Pero el día que se publique ya dejaré por aquí el aviso.

Suerte, Óscar, y a seguir, que es tu sino.
 


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