Lo primero que tengo que decir es que este bestiario medieval me ha gustado mucho, muchísimo, y que lo he
leído con la misma fascinación y deleite —«bebiendo hechos y decires con el
ansia de la tierra fértil que aguarda las lluvias del verano»— que experimento
siempre que me topo con un buen libro (cosa que cada vez sucede con menos
frecuencia, qué lástima).
La obra ha superado mis
expectativas en todos los aspectos, desde su bella y exquisita edición, muy acertadamente
ilustrada por Francisco Pérez Villanueva,
pasando por su documentación exhaustiva y por su planteamiento conceptual —tres
piezas narrativas o miniaturas que se corresponden con dos de los estamentos de
la sociedad medieval y que se cierran, cual dorado broche, con una cuarta muy
breve dedicada al rey, como figura situada en la cúspide de esa sociedad
jerárquica, blindada y piramidal—, en el que Fran Zabaleta va aún más allá, estableciendo un paralelismo
simbólico con el dios de los católicos, uno y trino a la vez (aunque eso lo
explica mucho mejor el autor en su blog
y en el prólogo y epílogo de la obra), y esto sin olvidar su potente ritmo
narrativo, el interés particular de cada historia y la perfección de una prosa
que transporta al lector, casi con liviandad, a unos tiempos muy lejanos que perduran
todavía, sin embargo, en los vicios y miserias de las gentes y las castas del
presente, apenas arañado un poco nuestro barniz ilusorio de progreso y
contemporaneidad. ¡Qué poco hemos cambiado!, he exclamado mentalmente en más de
una ocasión a lo largo de la lectura.
De las tres piezas más largas, De correctione rusticorum
nos habla del clero, de ese clero fanático, azote de herejes y pecadores, que
impone el poder de su dios basándose en el terror, en los fuegos del infierno y
en la mortificación de la carne. Está basada en la figura histórica de un
monje, Martiño de Braga, aunque debe su desarrollo a la imaginación de Fran.
El bando perdedor está dedicada a la nobleza, pero a la nobleza depauperada de
los caballeros errantes, famélicos y harapientos mercenarios fieles tan solo a
la «noble» causa de acallar el clamor de sus barrigas. Los hechos mencionados
relatan un episodio de las llamadas «guerras irmandiñas», levantamientos de un
campesinado cada vez más oprimido por los feroces abusos del clero y la alta
nobleza, y en las que participaron —en «el bando perdedor»— algunos de estos
hidalgos venidos a menos, como nuestro ficticio protagonista, Lopo Feixoo de
Milmanda.
El husmo de la tierra cuenta la historia de un niño del pueblo llano, bastardo de
barragana y juglar, quizá por ser un niño campesino nacido del pecado el
personaje más frágil del bestiario
medieval. De las tres piezas es la más lírica, aunque sea también la más
brutal.
Para terminar este espléndido fresco ambientado en la Edad Media,
Con
los fierros recrea brevemente el momento de la muerte de don García II,
último rey de Galicia y prisionero en la torre de Luna durante 17 largos años
por orden de su propio hermano, el famoso Alfonso VI de León y de Castilla,
aquél a quien el Cid hiciera prestar juramento en la iglesia de Santa Gadea. El
rey don García agoniza ante la indiferencia de sus cortesanos, a quienes del
óbito del monarca solo afecta la pérdida de los cuantiosos dineros asignados
para el sustento de su real persona.
Tras la lectura de este Medievalario he de confesar que si
se me obligara a elegir una de entre las cuatro piezas no sabría con cuál
quedarme, tanto me han gustado todas. De las tres primeras me ha encantado el
desarrollo, el alarde de imaginación narrativa y lo acertado de la ambientación,
y el único «pero» que les pondría (eso por poner alguno) sería el de los
finales, quizá algo previsibles. A pesar de la crudeza de algunos de los
pasajes, hay a mi modo de ver en estas tres narraciones un sentimiento transversal
de dignidad moral que las suaviza, una puerta abierta no sé si a la esperanza o
al valor de algunas cualidades humanas, como el honor, la compasión o la
solidaridad.
***
Y ahora, la prometida reflexión personal sobre la novela
histórica —manida y poco original, por otra parte— que me suscita siempre la
lectura de libros de este género y que no es otra que la de decidir qué término
ha de tener más peso, si el de novela o el de historia. Es decir, novela
histórica o historia novelada, o por insistir más aún: la cuestión de la
fidelidad a los hechos, el grado de ficción o realidad que ha de tener este
tipo de literatura. Es un tema sobre el que medité mucho cuando me planteé
escribir Libertalia.
Obviamente estamos hablando de «novela» y la novela es ficción.
Ficción bien documentada, desde luego, que ha de resultar creíble y debe ser
capaz de transportar al lector, como si de una máquina del tiempo se tratase, a
otro espacio, a otra dimensión temporal, sin caer en anacronismos. Pero la
novela aventaja a la crónica (aunque es verdad que tampoco siempre) en su
capacidad de emocionar, de conmover, de implicar al lector y de excitar su
imaginación, aunque sea a fuer de modificar, sin falsear, lo ocurrido. Se trata
de rellenar huecos, lagunas en la información. Además, ¿quién nos garantiza que
los hechos relatados en las crónicas historiográficas sucedieron tal y como se
nos cuentan? Porque pocas veces se relata la historia de primera mano. Casi
siempre es una interpretación de una versión reinterpretada a su vez y,
normalmente, la historia suele escribirla «el bando ganador».
Se me pasa ahora mismo por las mientes el caso de cierto profesor
de historia que pare libros como si fueran churros, libros sosos, planos,
encorsetados… libros que convierten cualquier hecho asombroso, o sublime, o
gracioso, en un auténtico peñazo. La lección se la tiene bien aprendida y
escribe con pulcritud —faltaría más, es catedrático—, pero yo prefiero con
mucho el vuelo de la imaginación, y en este sentido Fran Zabaleta le lleva ventaja a nuestro catedrático. A mi juicio, claro
está.
Ahora solo me queda esperar a que Mundus Novus salga a la
venta. Leerlo será una forma de satisfacer mi curiosidad por saber cómo habría resultado
Libertalia de haber salido de la
pluma de Fran.
1 comentario:
Otro abrazo para ti, Fran. Y a seguir, que merece la pena. Y a ver qué pasa con "Mundus Novus". Ya nos mantendrás Inofrmados.
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